Qué es la Biblia
La
Biblia no es un libro, sino un conjunto de 73 libros, muy
desiguales en extensión; pero lo corriente es verla encuadernada
en un solo volumen y con el título en singular: Sagrada
Biblia. Estos libros
son muy variados:
unos están
escritos en prosa
y otros en verso; los más antiguos
arrancan del siglo X antes de Cristo, mientras
los más recientes
son de los últimos años del siglo I
de nuestra era; algunos tienen carácter más
histórico, otros
mantienen el tono didáctico y una buena parte son de índole
profética.
Todos ellos son libros humanos. Es
decir, están escritos
por hombres de carne y hueso. Hombres, por
consiguiente, tributarios de su época, dotados de una
cultura determinada,
acostumbrados a ciertas formas literarias y recursos estilísticos.
Son hombres que viven en situaciones históricas concretas y están inmersos en la vida religiosa de su tiempo. En una palabra, Jeremías y Ezequiel, Lucas y Pablo, aunque están inspirados por Dios, son verdaderos autores literarios, que escriben con esfuerzo, consultan fuentes, piensan con mentalidad propia, redactan con su estilo, conservan su personalidad y la manifiestan cuando escriben su libro, aunque éste sea inspirado.
Son hombres que viven en situaciones históricas concretas y están inmersos en la vida religiosa de su tiempo. En una palabra, Jeremías y Ezequiel, Lucas y Pablo, aunque están inspirados por Dios, son verdaderos autores literarios, que escriben con esfuerzo, consultan fuentes, piensan con mentalidad propia, redactan con su estilo, conservan su personalidad y la manifiestan cuando escriben su libro, aunque éste sea inspirado.
Son también libros divinos, lo que quiere decir, según el pensamiento de judíos y cristianos, que son libros inspirados por el Espíritu Santo. Con otras palabras, estas escrituras sagradas han sido escritas bajo un peculiar influjo divino; tienen, pues, a Dios como autor. La Iglesia ha reconocido y enseñado sin vacilación esta doctrina. Por eso la Biblia aparece entronizada en muchos templos; y cuando en la misa concluye su lectura se dice “Palabra de Dios”.
Hay otros libros con argumentos muy similares y atribuidos a personajes bíblicos, pero no han sido reconocidos por la Iglesia como inspirados. Son los llamados apócrifos. Su estudio es muy interesante. A veces es la única literatura a la que podemos recurrir para conocer la mentalidad de ciertas épocas de las que no poseemos ningún libro inspirado. Merecen especial mención los evangelios apócrifos y los manuscritos descubiertos, hace todavía pocos años, en el hallazgo arqueológico de Qumrán.
Varias divisiones de la Biblia
La Sagrada Escritura se divide en dos grandes secciones, que llamamos Antiguo y Nuevo Testamento. La primera parte, que es la más amplia, comprende los libros escritos antes del nacimiento de Jesús; el N. T. agrupa las obras posteriores a la vida de Cristo.
Cada libro de la Biblia está dividido en capítulos; y los capítulos, en versículos. Estas divisiones no son perfectas, pero han pasado a todas las ediciones y están aceptadas por católicos, protestantes y judías. Son muy prácticas, pues permiten localizar con rapidez cualquier texto bíblico. Para citar un pasaje basta con referirse a tres datos: el libro de que se trata, señalado con abreviatura, luego el capítulo y, con una coma intermedia, el versículo. Por ejemplo: Mt 5,22 = Evangelio de Mateo, capítulo 5, versículo 22.
Lenguas, texto original, copias y traducciones
La Biblia se escribió en tres idiomas. Casi todo el Antiguo Testamento está escrito en hebreo. Algunos capítulos de Esdras y Daniel están redactados en arameo. Y todos los libros del Nuevo Testamento, además de siete del Antiguo, emplean el griego.
Los textos originales de la Biblia se han perdido. Eso sucede con todos los libros antiguos. Por eso actualmente sólo nos quedan copias, varias de las cuales son bastante cercanas al original. Durante muchos siglos, hasta el descubrimiento de la imprenta, las copias se hacían a mano, letra por letra. Con lo cual el texto bíblico se exponía a todos los riesgos de alteración que sufren unos apuntes transcritos a mano. Y, sin embargo, a pesar de este peligro de erratas, las Biblias que ahora tenemos son fiel transmisión de los escritos originales. Mucha gente no puede leer la Biblia en el idioma primitivo, porque desconoce el hebreo, el arameo y el griego. Para suplir esta deficiencia surgieron las traducciones.
Los mismos judíos, al volver del destierro, no hablaban el hebreo y necesitaban que la Biblia se les tradujera al arameo.
Otros israelitas, que vivían fuera de Palestina, sólo conocían el griego; y hubo que traducir la Biblia a la lengua de Homero. Hoy está traducida a todos los idiomas.
Las
traducciones de la Biblia a nuestra lengua comienzan en la Edad Media, pero
sólo llegan a cuajar en la Edad Moderna. Los protestantes de habla española suelen
usar las versiones de Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina. Los católicos
emplean varias: Nácar-Colunga, Bover-Cantera, La Santa Biblia de Ediciones
Paulinas, Biblia de Jerusalén, Nueva Biblia Española, etc.
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