2. El éxodo y la
conquista
Algunos de los descendientes de los patriarcas
fijaron su residencia en Egipto. Esto pudo suceder muy bien en el período de
los hicsos. Los hicsos, jefes de tribus nómadas, asiáticos y semitas, no muy
numerosos, llegaron pacíficamente a Egipto en el siglo XVIII antes de Cristo.
Aprovechando la debilidad de los naturales del país, muy quebrantados por
luchas internas, poco a poco se fueron haciendo los dueños de Egipto. Su
dominio abarca desde 1720 a 1580. Mientras ellos mandan mantienen buenas
relaciones con la tierra de Canaán y permiten que los extranjeros que proceden
de Palestina entren y prosperen en Egipto. Esto explica no sólo la posibilidad,
sino lo verosímil que es el encumbramiento de José.
Pero un día los naturales de Egipto se
rebelaron y derrotaron a los hicsos. Y con ello cambió de signo la suerte de
los israelitas. Esta es la época de la opresión de los hebreos. El faraón los
utiliza como mano de obra barata en trabajos forzados. Y aquellos hebreos,
pastores seminómadas obligados ahora a trabajar en la construcción, se sienten
humillados y tratados como parias. La opresión se adensa poco a poco hasta que
la situación se hace insostenible.
En esta coyuntura aparece Moisés, que se siente
llamado por Dios para liberar a su pueblo del yugo de la esclavitud. Se hace
caudillo de su pueblo, se enfrenta con el faraón y lucha por defender a sus
paisanos, hasta que por fin consigue huir con los suyos. Con ellos cruza el
desierto, actúa de mediador en la alianza del Sinaí y, después de muchas
peripecias y aventuras, llega a los umbrales de Palestina.
Pero Moisés
muere sin poder entrar en la tierra prometida. Le sucede Josué. Y bajo la guía
de este nuevo caudillo pueden los hebreos tomar posesión de la tierra de
Canaán. La Biblia presenta esta ocupación como el fruto de una guerra relámpago.
La realidad fue mucho más compleja. Es verdad que no faltaron pequeñas campañas
guerreras; pero lo principal de aquel asentamiento fue una ocupación pacífica,
laboriosa y lenta.
La
salida de Egipto ocurrió a mediados del siglo XIII a. C., durante el reinado de
Ramsés II; y la instalación en Palestina se prolongó hasta el siglo XI.
Toda esta historia ha quedado narrada en los
libros del Éxodo, Números y Josué. Desde la fecha de los acontecimientos hasta
la redacción de esta literatura han pasado varios siglos. En ese tiempo
intermedio los hechos se han transmitido por vía oral. Y al consignarlos por
escrito, además de simplificarlos, se los ha embellecido, dándoles ese tono
épico que es fácil percibir en muchos relatos. Eso no es falsear la historia;
es escribirla desde la óptica singular de la liberación de un pueblo. Muchas de
las proezas narradas están quizá teñidas de hipérboles; era una manera de
ponderar las gestas de Dios, que estaba siempre a su lado para ayudarles.
EL ÉXODO Y LA CONQUISTA
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