La restauración


06. La restauración
¿Cómo y cuándo terminó el destierro? Todo fue obra de Ciro, rey de Persia, cuando se apoderó de Babilonia. Este monarca, debido en parte a su tolerancia religiosa, pero también por visión política, autorizó el año 538 el retorno de los judíos a Palestina.
No todos los deportados quisieron volver a su tierra. Sólo lo hizo una minoría. La gran masa, los que estaban ya bien situados y quizá eran menos religiosos, se quedaron en Babilonia. Este fue el origen de la diáspora (palabra griega que significa “dispersión”), lo que suponía un cambio decisivo en la trayectoria del pueblo. A partir de entonces se podía ser judío sin residir en la tierra prometida; fuera de sus fronteras se formaba parte de la comunidad, se leía la Biblia y se asistía a los cultos de la sinagoga.
El puñado de israelitas fervientes que volvió a su tierra tenía que entregarse a una tarea de restauración. Se trataba de reconstruir la ciudad, reedificar el templo y, lo que era más importante, rehacer la comunidad.
Dos personajes egregios son los principales artífices de esta restauración. El primero es Nehemías, que brilló como gobernante político; a él se debe la reconstrucción de las murallas y del templo, junto con la erección de Judea como provincia autónoma, independiente de Samaría. El segundo es Esdras, que descuella como reformado religioso: lee la Ley en asamblea pública, renueva la alianza con Yavé y reanima la vida religiosa del pueblo.
La labor incomparable de estos dos dirigentes ha quedado relatada en los libros bíblicos que llevan su nombre.

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