El
partido de los saduceos
En el siglo II
antes de Cristo se perfila ya con claridad la silueta de los saduceos. En el
terreno político habían apoyado a los helenistas, aceptando su cultura y
sus formas de vida, y ahora mantenían muy buenas relaciones con los gobernantes
de Roma, la cual, en agradecimiento a esa política colaboracionista, favorecía
su situación privilegiada y les ayudaba a mantener toda su fuerza sobre el
pueblo.
En lo social los saduceos representan la nobleza de Palestina en tres
dimensiones: son la aristocracia sacerdotal, ya que a este grupo
pertenecen las grandes familias sacerdotales de Jerusalén y, por supuesto, los
sumos pontífices; son también la aristocracia del dinero, pues los
saduceos son los propietarios latifundistas y grandes comerciantes, y son
también la aristocracia civil, pues, al tener en sus manos el sumo
pontificado y la mayor parte del sanedrín, su influencia y su dominio en el
templo y en la nación eran casi absolutos.
En lo
religioso son muy conservadores; se aferran a la
ley escrita en el Pentateuco, reservándose la interpretación auténtica de la
misma como un monopolio exclusivo. Ésta es la razón de que no se llevara bien
con los fariseos, pues éstos también interpretaban la ley, acomodándola a las
nuevas circunstancias; además, los saduceos vivían más metidos en el mundo del
culto, mientras los fariseos eran los fidelísimos cumplidores de la Ley. Los
saduceos no tenían demasiado espíritu religioso; pensaban demasiado en la vida
de aquí abajo, en la que a ellos les iba bien, sin creer en la resurrección ni
en el más allá.
El
movimiento de los zelotas
La principal
característica de este grupo es su nacionalismo a
ultranza. Defienden la teocracia en Israel y abogan por el dominio único de
Dios en su pueblo; hay que odiar, pues, a los ocupantes romanos y expulsar a
estos gentiles que manchan la tierra sagrada de Palestina. Para lograrlo se
constituyen en movimiento de resistencia armada, haciendo incursiones
sangrientas contra Roma. Pero su talante revolucionario y su táctica terrorista
tiene también como blanco a los mismos judíos, cuando sospechan que traicionan
el ideal religioso al casarse con extranjeros o colaborar con la potencia
ocupante.
Los motivos de
esta actitud eran fundamentalmente religiosos. No hay más que un solo Dios,
Yavé, que ha dado la tierra de Palestina a los judíos. Si Dios es el rey de
Israel, este pueblo no puede admitir ningún otro soberano. Y si la tierra es de
Dios, pero se la ha dado a los judíos, el Imperio de roma no es dueño de la
tierra conquistada, ni tiene derecho a grabar imágenes en las monedas, ni puede
legitimar el pago de los tributos. Por eso los zelotas se alzaban contra Roma,
no prestaban obediencia a sus gobernadores y se negaban a pagar los impuestos.
Todo lo cual les granjeaba la simpatía de las clases más humildes y populares.
Se ha hablado y
escrito mucho acerca de la posible relación de Jesús con los zelotas.
Ciertamente ya estaban presentes en su época, aunque su fuerza fuera mayor en
los años posteriores al él. Pero no hay datos para suponer que el Mesías
tuviera algún compromiso con ellos. Más bien hay indicios de lo contrario. En
primer lugar, está el hecho innegable de que Jesús estuvo alejado de
cualquier intento de hacerse con el poder político, y no digamos de participar
armada contra Roma. Y en segundo lugar, su clara opción por la no
violencia y el mandamiento de amar a todos, sin excluir a los enemigos, se
opone frontalmente a la consigna zelota de odiar a los ocupantes romanos. Lo
cual no es obstáculo para que algunos de sus discípulos - ¿Simón el zelota? – y
con más seguridad de sus oyentes pudieran proceder del movimiento
revolucionario zelota.
La
secta de los esenios
No se menciona
explícitamente a este grupo en los evangelios. Pero es interesante presentar
algunas noticias sobre ellos, pues las investigaciones arqueológicas hechas en
las orillas del Mar Muerto han convertido a esta secta en una realidad de la
mayor actualidad. Además, conocer su fisonomía nos ayuda a comprender los
perfiles originales de Jesús.
El movimiento de
los esenios nace como proyecto de renovación
religiosa el año 167 antes de Cristo. Querían ser una protesta contra la
casta sacerdotal dominante, que tenía la responsabilidad del culto en el templo
y a la que ellos consideraban corrompida. Esta situación los lleva a romper con el templo y sus
ministros, a retirarse de la vida civil y a instalarse en el desierto de Judá,
en el célebre lugar de Qumrán.
¿Qué vida hacen
allí? Diríase que son un anticipo del monacato cristiano. La oración y el
trabajo, el estudio y meditación de la Biblia son las ocupaciones básicas de la
jornada. Uno de ellos hace las veces de superior y los demás le prestan
obediencia total. Eligen libremente el celibato, aunque existe una sección de
casados. La vida es comunitaria. Están juntos para comer, para alabar a Dios,
para ayudarse en la piedad. Renuncian a la riqueza y comparten los bienes. Son
fidelísimos en la observancia del sábado y de las purificaciones rituales. Con
este tenor de vida quieren preparar la era mesiánica.
No tuvo Jesús
ninguna relación alguna con los esenios. Él vivió
en medio del mundo, en contacto continuo con la gente. Algunas veces se
retiraba a la soledad y al desierto, pero sólo para hacer la oración. Y el amor
universal, valor dominante en el mensaje de Jesús, nada tiene que ver con el
odio de los esenios a los que estaban fuera de la comunidad. Es posible que
Juan Bautista se educara con los esenios.